La barca de la prueba
La barca de la prueba

La barca de la prueba

La barca de la prueba.

Esa es nuestra vida. No se construye una barca para estar en dique seco ni amarrada a puerto.

La barca es para navegar. Una vez salimos del vientre de nuestra madre, comienza nuestra navegación. Así también, con la Resurrección de Cristo comienza a navegar la barca de la Iglesia.

¿Por qué es la barca de la prueba?

Porque muchas veces tendremos que tomar una u otra dirección. En cualquier dirección nos encontraremos con las dificultades propias que tendremos que afrontar y resolver. Estas serán los vientos huracanados y las tormentas de nuestra vida. Las dificultades de cada día. El esfuerzo especial para remar, poniendo nuestras fuerzas y capacidades al límite. También las dudas de si la dirección que hemos tomado es la adecuada.

Así como también los tiempos de un mar calmo y relajante que nos hace disfrutar del placer de navegar. Esto es cuando la vida nos sonríe en cualquiera de las direcciones.

Así es nuestra vida de fe que no puede estar desligada de nuestra vida humana. La vida del cristiano, tiene que ser una vida integral. No podemos pensar y sentir de una forma y actuar de otra. La fe si no nos lleva a actuar en consonancia con el mensaje de Jesús, es una fe muerta. Incluso podríamos decir que no es fe, si no que es superstición.

Cuando orientamos nuestra vida desde la fe, Dios Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo siempre va a estar con nosotros. El nos va a acompañar en la barca de nuestra vida. Él es la garantía de que no nos hundiremos nunca jamás.

Cuando orientamos nuestra vida desde la fe, Dios Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo siempre va a estar con nosotros. El nos va a acompañar en la barca de nuestra vida.

Él es la garantía de que no nos hundiremos nunca jamás.

Cuando Dios duerme es porque quiere que desarrollemos nuestras capacidades al límite, y nos demos cuenta de que somos limitados y dependientes. Dependientes de Él para caminar a puerto seguro. Dependientes de Él para poder afrontar las tempestades de la vida. Dependientes de Él para ser felices.

También dependientes los unos de los otros porque formamos una familia.

Dios duerme pero no está ausente. Es esa Madre que aún dormida sigue con el sentido materno de protección, espabilada y en vela, ante el mínimo quejido del hijo que está en la cuna.

Dios no me pone a prueba. Dios no tienta a sus hijos. Nos conoce y nos ama como somos. Son los momentos difíciles de la vida los que van a servir de prueba para que yo descubra si tengo fe o no en Dios.

Jesús le dice a los discípulos, ¿Por que sois tan cobardes? Nos está diciendo que no podemos achicarnos ante las dificultades. Esas siempre van a estar ahí. No tener miedo.

Ser cristiano no es una vacuna para vivir como flores de invernadero. Ser cristiano nos obliga a vivir en la verdad. No es fácil. Nunca lo fue, y nunca lo será. Ser cristiano nos ayuda a desarrollar nuestra personalidad. No nos permite templar gaitas. Nos obliga a definirnos ante las cosas importantes.

¿Cuáles son esas cosas importantes? Guiarnos por los criterios de Dios y no del mundo.

También le dice a los discípulos ¿Aún no tenéis fe. Aún no sabéis quien soy yo. Aún no me conocéis?  

Es verdad que no lo conocían, pues, se preguntan ¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!».

Conocer es descubrir y entrar en la vida de la otra persona. Para los discípulos, Jesús era alguien especial, era un maestro por eso lo seguían y estaban bien con Él, pero no lo habían descubierto como Dios. Como el Cristo, el Salvador.

Para descubrir a Dios y entrar en su vida, tenemos que arriesgarnos a poner en práctica la vida de Jesús. Bienaventuranzas y obras de misericordia. Todo desemboca en el amor a los demás para poder amar a Dios.

Hay que remar y saber que el abandono en Dios no esta exento de dificultades. Pero donde está Dios, la travesía esta asegurada.

Hay un dato que nos dice, dormía sobre un almohadón. Está claro que los discípulos trataban a Jesús con deferencia. Lo tenían como Maestro. El almohadón también puede significar que Jesús duerme confiado a la providencia. Sabiendo que el Padre se ocupa de él, de nosotros, en todas las dificultades y que nunca nos va a dejar a la deriva.

Jesús nos confirma que en las adversidades, Dios siempre está con nosotros.

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