Creo, pero ayuda mi falta de fe
Creo, pero ayuda mi falta de fe

Creo, pero ayuda mi falta de fe

¡ Creo, pero ayuda mi falta de fe!

Mc,9-24

Creo sí, pero creo en el cuerpo externo de Dios. Creo con la razón, con la inteligencia, con los argumentos que otro es capaz de transmitirme. Y porque creo en esa persona, creo en lo que me dice.

¿Puedo llegar a creer por un acontecimiento que no tiene explicación y que sobrepasa mis capacidades?

Muchos creían por los prodigios que realizaba Jesús. A los mismos Apóstoles les pasaba lo mismo.  Parece que prueba de ello es que el padre de aquel niño poseído por un espíritu, antes de que llegara Jesús ya le había pedido a los discípulos que lo curasen y no fueron capaces.

El mismo padre es el que le dice a Jesús, “si puedes ten compasión de nosotros y ayúdanos”. Si puedes. Quiere decir que no está convencido. Él acudió a Jesús y a sus discípulos porque también otros acudían. Si a otros se lo hace por que a mí no. Ante la salud de mi hijo no tengo nada que perder.

No creía por fe. Creía por unas circunstancias que se daban en el entorno. Prueba de ello es que le dice a Jesús, “ si puedes”…

Este “ si puedes” se diferencia de aquella afirmación del Centurión que acude a Jesús para que sane a uno de sus servidores que está enfermo “ con una sola palabra tuya quedará curado, no hace falta que vengas  a mi casa”.

También podemos destacar aquella mujer que confía en que sólo tocando a Jesús quedará curada.

O aquella otra mujer que busca la sanación de su hija y ante la respuesta que Jesús le da, de que no es bueno echar el pan de los hijos a los perros, ella le responde que también estos comen de las migajas que caen de la mesa de los amos.

Ante estas actitudes la respuesta de Jesús es positiva y de alabanza.

A diferencia de la que le da al padre del niño “¿si puedo? Todo es posible para el que tiene fe.”

No cave la menor duda que la actitud de este padre es sincera. No es como la de aquellos que querían poner a prueba a Jesús.

Cuando mi actitud ante Jesús es sincera, cualquier palabra  que viene de Él me abre los ojos, los oídos , la boca, la mente.

Dios nos habla en directo y en diferido. En directo cuando nos abandonamos en Él y sin condiciones, cuando somos auténticos… Resuena en nuestro interior su voz, como la escucho Samuel. “ Habla Señor que tu siervo escucha”.

En diferido a través de los hermanos, de los acontecimientos, de interrogantes que no le encontramos respuesta. Y así de muchas maneras. Lo importante es estar en condición y actitud de escucha. De acercarnos a Él. De ser como somos.

Al igual que despierta en ese padre la falta de fe, así también lo hará con nosotros. “ Creo pero ayuda mi falta de fe”.

En el “creo “ está mi voluntad, mi deseo, Señor.

La Fe es un Don tuyo. Dame Señor este don, esta gracia para que pueda experimentar mi dependencia y experiencia de Ti desde el convencimiento. Este convencimiento es el que hará de mí un hombre nuevo, viviendo tu propia vida.

La experiencia del Tabor es anticipo de la Resurrección y seguridad en la esperanza para afrontar la muerte desde la cruz y el sepulcro.

La fe en el Resucitado tiene que ser el eje de mi existencia.

En privado los discípulos le preguntan a Jesús por qué ellos no habían sido capaces de curar a aquel niño poseído. La respuesta de Jesús es sencilla, practica, contundente. “Esta especie sólo puede salir con oración”

Jesús vive en oración continua con el Padre. Se hace hombre pero en ningún momento corta el cordón umbilical con el padre Dios. Esa es la esencia de la contemplación.

Cuando los hombres y las mujeres vivimos en sintonía de oración continua, la vida nos funciona de otra manera. Los mismos problemas los afrontamos de forma diferente y en consecuencia las soluciones son diferentes.

La oración es la medicina y sanación para las verdaderas enfermedades y enemigos del ser humano, no son estas las enfermedades del organismo ni los enemigos externos, no, son aquellas que nos destruyen como personas y por extensión a los demás. (dios dinero, el primero. Poder sobre los demás. Ideologías varias. Fanatismos. Egoísmos, envidias… y todos aquellos que nos desestabilizan.

Cada persona debe de conocer sus propios espíritus destructores.

No debemos de escapar al encuentro con nosotros mismos. Explorarnos a la luz de Dios. La huida de nosotros mismos nos hace andar errantes.

Cuando nosotros perdemos la conexión con Dios o bajamos intensidad en su intimidad estamos cediendo espacio a otros “espíritus invasores”.

Es verdad que la “oración todo lo alcanza”.

La fe va ligada a la intimidad con Dios. Es la experiencia viva e intima con Dios.

La fe va ligada a la intimidad con Dios. Es la experiencia viva e intima con Dios. Cuando esto se da, nunca diremos a Dios “si puedes…”

Cuando Jesús se encuentra con esta escena, es al bajar del Monte Tabor. Allí se había transfigurado para Pedro, Santiago y Juan. La experiencia de estos, fue de plenitud. De intimidad.  ¡Que bien se está aquí. Hagamos tres tiendas…!

Ahí escucharon la voz del Padre

¡Este es mi hijo muy amado, escuchadlo!

El interior de cada persona es un Tabor. En el habita y se manifiesta el Padre Creador, El Hijo Salvador y El Espíritu Santo Vivificador. Es cuestión de intimar para experimentarlo.

Fe no es creer lo que no vemos. Es confiar en Alguien a quien conocemos desde una experiencia de intimidad.

¡Ayuda mi falta de fe!

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