¿Convence Dios?
¿Convence Dios?

¿Convence Dios?

 Libro del Éxodo, 24, 3-8 –  San Mateo, 13, 24-30  

            “Haremos todo lo que dice el Señor y lo obedeceremos “

El mensaje de Dios siempre convence. Cuando estamos receptivos sin interferencias negativas; sin prejuicios ni condicionamientos.

No sólo convence, sino que estamos dispuestos a acogerlo y además, a intentar ponerlo en practica.

  Está claro que, para ello, el mensajero, el interlocutor, además de ser elegido por el mismo Dios, ha de serle fiel.

 Muchas veces el propio mensajero ya es en sí un obstáculo porque no es veraz en aquello que le comunica. Hace una traducción interesada haciéndola llegar mezclada de sus propios intereses. Intenta ser filtro de la propia Palabra de Dios; desvirtuando el mensaje. Esto suele ocurrir por creerse superior y no servidor de aquellos a quienes ha de dirigirse.

  “Moisés, puso por escrito todas las palabras del Señor”. No las interpretó, las asumió y así las plasma.

  Para comunicar hay que escuchar y escribir. Así es menos fácil desvirtuar. Da menos margen a la interpretación y fantasía. Estamos siendo más veraces porque mi concentración está en el Otro, no en mí.

  Antes de comunicar hay que escuchar y grabar. Rumiar y digerir.

  El mensaje de Dios cuando es asumido y vivido, hace realidad en nosotros el “Reino de los Cielos”.

  El Reino de Dios en la tierra es posible, pero no exento de dificultades. Unas dificultades con las que hemos de convivir; no ignorándolas, sí, asumiéndolas. No es un Reino de fantasía.

Por eso tiene que crecer y madurar con el “mundo”, reino de los hombres. Un reino éste, con una constitución o programa de vida, totalmente diferente.

Donde prima el “tener al “ser”;el “poder” al “servicio”; el «placer sensitivo” a la “felicidad integral.

El “egoísmo al nosotros”. Lo “temporal a lo “eterno. El “instinto a la razón”. “conductas irresponsables a “valores”. “Subjetividad a “objetividad”. “Libertinaje a libertad”

  El fruto de la cizaña es toxico. La planta de la cizaña es frondosa y fácil de confundir con el trigo. Por eso deben de crecer juntos. El trigo no se desespera, crece a su ritmo.

  El buen agricultor sabe que puede tener enemigos, hay que contar con ellos. Pero su prudencia y astucia, no le llevan a caer en su juego de la “maldad”.

  Acompañando siempre a la prudencia y a la astucia, ha de estar siempre la “paciencia”.  Hay que ser pacientes para no caer en la desesperación. Esta es la intención del enemigo, en eso consiste su éxito; en provocar desesperación. Invita al enfrentamiento. El enemigo, nunca tiene nada que perder; sólo ganar en hacer daño. En perjudicar y hacer daño consiste su éxito.

  El fruto del trigo, es alimento para la vida. Esta es la diferencia con el fruto toxico de la cizaña.

  Las ramas, la paja se pueden confundir; al fin, ambas las dos van a ser quemadas.

Ah, pero el fruto es inconfundible. “Por sus frutos los conoceréis”. Frutos que alimentan y dan vida. Frutos que envenenan y producen muerte. Estos son los frutos del trigo y de la cizaña.

  Más que posible, el Reino, es voluntad de Dios que lo vivamos.

  Ahora ya no es a través de Moisés, en las tablas de la Ley.

Ahora es el mismo Dios, Palabra Encarnada en el Nuevo Moisés, Jesús de Nazaret. El Cristo. El Salvador.

Él, nos descifra como hemos de vivir el Reino. Y lo hace también en un monte, donde nos anuncia y entrega las Bienaventuranzas.   Éstas, las Bienaventuranzas, son las semillas del Reino, que han de convivir con la cizaña

  El cristiano no es, no somos, un “ente” aislado. No es planta de invernadero.

Nos hacemos en la tierra que DIOS nos sembró. Nacemos para el Cielo, pero nos hacemos en la tierra, antesala de ese Cielo esperado. Una tierra en la que nacen y han de convivir todo tipo de semillas.

Lo importante es tener claro que tipo de semilla soy y quien es mi Amo-Sembrador; siendo así consciente cual es el fruto que de mí ha de brotar.

  “El Reino de los cielos ya ha llegado a vosotros”.

Ahora, somos nosotros los que hemos de descubrirlo y vivirlo.

 ¿Me convencen las Bienaventuranzas? 

 Entonces, Dios convence.

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